Paco (francisco) y Caty
(catalina) se han amado desde que tenían uso de razón.
En un pequeño pueblo,
donde los campos en primavera adquirían un rojo vivísimo por influencia
de las amapolas, fue donde saltó esa chispa que te cambia la vida.
Rodaban en
esos llanos carmesí abrazados y jugaban a adivinar las formas que las nubes adoptaban para ellos.
Caty, se recogía el
pelo en una trenza y lo adornaba con una
guirnalda roja que destacaba más aun
entre ese precioso color azabache. Paco no podía apartar la vista de ese espectáculo y besaba sus labios con una pasión que nadie supo plasmar
en los libros.
En el día señalado por los dioses del universo, Paco y Caty,
se prometieron amor eterno y por su promesa
llegaron un niño de ojos de cielo y una niña con el pelo de su madre y
mirada verde de bosque.
Las tareas del campo eran agotadoras pero a Él nunca le
importó. Cuando llegaba a casa con Tomás (su fiel compañero de cuatro
patas) que anunciaba de lejos la vuelta
al hogar con sus ladridos y cabriolas, todo era fiesta. Los niños se echaban a
sus brazos hasta hacerlo caer en el sembrado y Caty corría a su encuentro
mientras reflejaba el poder del Astro
Rey en su negra y suelta melena. Todo ocurría a cámara lenta todo ocurría como si de un sueño se tratase, y a menudo se
preguntaba si existía un ser humano con tanta suerte.
Con el paso de los años, los chicos tuvieron que emigrar a
la ciudad para labrar esta vez su propio futuro. La casa quedó algo más vacía
pero el amor nunca la abandonó.
Caty, tejía sentada
en una mecedora en las noches de invierno mientras Paco daba vida a un trozo de
madera tallándolo con una afilada navaja
mientras se contaban las peripecias del día a día.
Una tarde a su regreso Caty no salió a recibirlo, Paco la
encontró sin sentido en el suelo, El médico del pueblo diagnosticó un amago de
infarto por lo que su vida debería transcurrir en una calma absoluta sin ningún
tipo de sobresaltos ni esfuerzos.
Caty, no es que fuera
especialmente creyente, pero si rezaba de vez en cuando y comentaba con Dios la
necesidad de su presencia para sobrellevar esta carga. Paco la oía y lloraba en
silencio desde fuera de la habitación.
Un día, un lunes concretamente en la mecedora desde la cual
tejía Caty, apareció una pluma blanca. Al principio no le
dio demasiada importancia quizás desde el corral de las gallinas alguna pudo
colarse por la ventana. Pero sucedió que el miércoles de la misma semana y en
la mecedora descubrió una pluma negra, y
no solo eso, el viernes..... había una de un
marrón anaranjado.
Lo comentó con Paco y le informó de los rezos que había
estado realizando últimamente y que, pudiese ser una prueba de que Dios estaba con ellos a través de sus ángeles.
Paco casi consiguó quitarle de la cabeza esas suposiciones, pero
es que al lunes siguiente volvió a aparecer la pluma blanca, el miércoles la
negra y el viernes la marrón anaranjada. Esto no podía ser casualidad. Caty
recupero su estado de ánimo y cantaba por toda la casa, Tomás danzaba a su
alrededor con una desbordante alegría al ver tan recuperada a su dueña y pronto
la primavera trajo nuevos nidos de gorriones en el tejado del establo que
ponían notas de color a las mañanas.
El episodio de las
plumas se seguía respetando la
pauta de lunes, miércoles y viernes.
Un día Caty se despertó entre noche por los mugidos de la
vaca que se oían desde el establo. Se acercó y vió que se estaba quejando al no
haber sido ordeñada ese día. Suponiendo que a Paco pudo olvidársele por un
exceso de trabajo lo hizo ella misma y después se acostó sin comentar nada.
En otra ocasión se dio cuenta de que las gallinas campaban a
sus anchas fuera del corralillo y descubrió que la puerta estaba abierta. Esto empezó a
preocuparla y llego lo más temido cuando Victor el vecino trajo un día a Paco diciendo que lo
había encontrado en la orilla del río deambulando sin rumbo.
Paco no bebía alcohol.
Visitaron al médico el cual les derivó al especialista. Su
diagnóstico no dejaba lugar a dudas, Paco sufría principio de Alzheimer.
Su mundo se vino abajo. Pero la rendición nunca fue su
estilo de vida.
Además y siguiendo la costumbre de hace ya muchas
semanas, las plumas seguían apareciendo
en el mismo orden y si tenía que encargarse de muchas de las tareas de su
marido ella lo haría gustosa.
Con el paso del tiempo Paco fue a peor y apenas recordaba
nada. A ella la única esperanza y alegría que le quedaba era saber de su proximidad con los
ángeles, y así con esa determinación
intentaba que Paco fuese todo lo feliz que ella pudiera hacerle.
Una noche su cuerpo no pudo más y su corazón decidió
descansar por fin.
Victor, extrañado de no haberles visto en todo el día se
acercó a la casa y descubrió a Caty en los brazos de Paco que se mecía hacia
delante y hacia atrás como un autómata.
Sus hijos fueron avisados del desenlace y tras enterrar a su
madre decidieron que lo mejor para su padre era el internamiento en una
residencia especializada donde estaría mejor atendido.
Así recogieron las tallas de madera de Paco, algún reloj
antiguo de su mesita de noche y una
vieja maleta que tenía guardada en el armario para meter su ropa. Al abrir esta, descubrieron tres puñados de plumas uno de color blanco, otro negro y otro de
un marrón anaranjado con unos carteles que decían respectivamente :
Poner en la mecedora de Caty el lunes, poner en la mecedora
de Caty el miércoles, poner en la
mecedora de Caty el viernes.
Cuando sus hijos volvieron la cabeza hacia su padre, Él les estaba devolviendo una mirada de otoño ,mientras llovía en sus ojos.
HACEDME EL FAVOR DE SER FELICES KARRAS.